martes, 2 de marzo de 2010

Estoy viva!

No recuerdo cuando fue la última vez que me pasé el día entero sin sentir dolor. Si recuerdo en cambio, la época que comencé a sentirlos. Cuando no era la mano era el pie o la cabeza o la espalda o el hombro…
Llega un momento que todos los días te duele algo. A veces con intensidad y otros muy poquito. Pero no le das importancia. Hasta que aparecen las rigideces y te cuesta andar por las mañanas. Entonces piensas que no es normal y que seguramente tienes algo serio, una enfermedad mortal de esas que no tienen cura y te montas toda la película en un ratito. Pero resulta que vas al médico y mientras te mira con suspicacia te manda hacer una analítica normal, que por supuesto sale bien porque claro, estás tan sana como un roble.
Pero te duele. Y duermes mal. Y te levantas con las extremidades duras y entumecidas. Y te hormiguean las manos. Y te duele la cabeza. Y se te nubla. Y te olvidas de lo que estabas haciendo. Y estás muy cansada. Y no puedes picar una cebolla. Ni subir las escaleras. Y te duele la espalda cuando caminas, pero también te duele cuando estás sentada. Y te duermes por los rincones de puro cansancio. Pero te pasas las noches en vela. Y estás irritable. Y nerviosa. Y triste. Y asustada.
Mientras tanto siguen las pruebas médicas y las miradas de suspicacia y la familia que no te entiende o cree que exageras. Y los extraños que te miran mal porque necesitas sentarte. O descansar. Y tu cuerpo que se debilita día tras día. Y tú que te niegas a aceptarlo. Y las pruebas que siguen diciendo que estás sana. Y tú que estás cada vez peor. Y te planteas si no será psicosomático. Y te convences que si te relajas todo mejora. Y te esfuerzas por andar y por pensar y por dormir bien y por cortar kilos de cebollas y por escribir y por subir escaleras…
Y un día te dicen que no tienes ninguna enfermedad de esas de las que la gente se muere, que por no tener, no tienes ni colesterol. Y te alegras. Y sientes un alivio inmenso. Y mientras respiras aliviada, te das cuenta que falta algo y preguntas:
-“¿entonces porqué me duele todo?”
-“porque tienes fibromialgia”
…entre el alivio de saber que no tengo nada grave y el impacto de tener algo que no sabía muy bien que era, mi mecanismo de defensa lo enterró a un nivel no demasiado profundo, pero enterrado al fin y al cabo al punto de ser incapaz de pronunciar correctamente la palabra.
Pero ya sabemos que el tiempo lo pone todo en su lugar y poco a poco lo voy asumiendo. Y aprendo día a día a conocer mi cuerpo desde otra perspectiva. Y a ir más despacio y a sentir de otro modo. Y aquí estoy, haciendo pública mi condición de fibromialgica para contarle a la gente que es una enfermedad jodida, que hay días duros, durísimos, que hay mucha gente que te dice que está todo en tu cabeza (o sea que estás loca), que aún hay mucho por recorrer para que sea debidamente reconocida.
Pero que también te enseña a valorar y a disfrutar la vida mucho más que antes. Y que si tu cuerpo te duele es porque estás viva.

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