martes, 28 de diciembre de 2010

Diferencias

La poesía me hace vulnerable ante los demás. El dolor me hace vulnerable ante mi misma.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Llueve

Llueve. Y la lluvia siempre me trae dolor. Aunque ahora esté anestesiada. Llueve y la lluvia lava todo lo que está sucio, como el agua lava el maquillaje que anoche me puse para tapar las ojeras.
Llueve. En la calle y en mi alma.

Pero para eso no hay lluvia suficiente porque no existe maquillaje para el alma.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Otra vez sin dormir

Otra vez el insomnio. Y el dolor de cabeza.
Cuando paso una mala noche de dolor (que son la gran mayoría) sé que tendré que enfrentarme al día que nace con una carga extra de cansancio antes de comenzar.
Cuando mis extremidades están excesivamente rígidas, sé que tendré que morder el dolor hasta que poco a poco desaparezcan hasta ese punto que parece que ya no duela, pero que simplemente es un dolor aceptable para una vida normal.
Pero cuando el sonido que me llega por la ventana en forma de campanadas, suena cada 15 minutos y yo sigo dando vueltas y más vueltas, sé que nada de lo que haga impedirá que ese día yo tenga un mal día.
Porque cuando no duermo, la niebla se instala en mi cabeza. Y entonces dejo de ser yo.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Sigo viva

Hace más de nueve meses que no escribo en este blog. Supongo que después del frenesí de los primeros meses, tuvo que llegar la aceptación y el acomodo y mi veta literaria y creativa acabó ganándole a las ganas de quejarme o contar lo que me pasa.

Ayer, después de leer a Clara contando sus sensaciones y sentimientos recordé que yo tenía este pequeño espacio muy abandonado. Y me dieron ganas de recuperarlo en medio de uno de los peores brotes que he tenido en los últimos seis meses. O el segundo peor en los últimos dos.

El caso es que esta mañana, haciendo un esfuerzo terrible tanto a nivel físico como anímico, he salido a trabajar. Para alguien como yo que tiene que ir de un sitio al otro y tratar con la gente poniendo buena cara todo el tiempo, estar tan cansada y dolorida, es a veces un esfuerzo sobrehumano. Y lo fue hasta el punto de arrastrarme hasta un banco y derrumbrame entre lágrimas de dolor, impotencia, tristeza, frustración y cansancio. Un enorme cansancio por llevar a mis espaldas el peso tan grande de tener una enfermedad crónica.

Una enfermedad invisible para los demás, pero perfectamente visible en las facciones de quienes a diario la sufrimos.

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